que nos movemos en un continuo de crecimiento, vamos equilibrando
nuestro comportamiento, reacciones, sentimientos y pensamientos... un continum
de experiencias, que nos permite pasar de un
estado de menor equilibrio, a un estado de
equilibrio superior.
Desde este punto de vista, crecemos porque vamos, como adultos, mejorando nuestro razonamiento
con respecto a la inestabilidad y relativa incoherencia de las ideas infantiles.
Aclarado este punto, podemos entender- que sí, hay
actitudes evolutivas,- positivas, que responden a motivaciones evolutivamente
maduras. Para entenderlo bien, un ejemplo, la solidaridad es evolución,
mientras, que egocentrismo, se corresponde con etapas infantiles,
Es síntoma de un buen crecimiento cuando
entendemos que el amor es un sentimiento para crecer, mientras que el odio, apunta a lo no evolutivo. Y la búsqueda de mejoras en nuestro modo de vivir, de comunicarnos, de sentir y
elegir es un buen síntoma de
crecimiento, pues permite que salgamos de las antípodas del crecimiento, que se
encuentra cuando nos manifestamos como infantiles como aspecto de hombre o como niñas con aspecto de mujer.
Qué ocurren cuándo vivimos con una apariencia física de adulto,
sin embargo, seguimos actuando o
reaccionando como niño o niña. o lo que igual, la dificultad de
crecer, quizás sea el miedo paralizante,
la inconsciencia o los comportamientos
pueriles, egoístas, caprichosos, molestos que nos impiden desarrollar nuestras potencialidades o las habilidades, para remontar una crisis, para relacionarnos comprendiendo al otro, para
respetar nuestros valores.
Podríamos graticar tal miedo, como un niño herido y
temeroso en nuestro interior. El niño que no hemos podido dejar de ser y que
maneja el rumbo de nuestra existencia.
Las grandes miserias humanas nacen de nuestro yo
infantil e inmaduro.
La crueldad, la envidia, la impotencia, la compulsión
al fracaso, o todo vale para conseguir el capricho, no son más que algunas
de sus manifestaciones. Un mundo plagado de guerras e injusticia es la más trágica de sus
consecuencias.
A mi modo de ver, la salida para todos los hombres
pasa por el crecimiento. La madurez consiste en ver al Tú, el
reconocimiento del otro, en el
respeto a sus sentimientos y necesidades. Sin este respeto nacido de lo profundo del ser no hay ética
verdadera.
Cuando crecemos, pasamos por el
estadio de demanda infantil y a medida que vamos madurando lo fácil es que tomemos conciencia de la presencia del otro, del Tú existe.
El hombre niño o la mujer niña, en cambio, se quedan
estancados en las etapas primarias del desarrollo. Sigue viendo a los demás
como un apéndice de sí mismo, cuya única función es girar a su alrededor para
complacerlo. como el bebé que cuando no lo satisfacen berrear
y patalea .
Por lo general, el adulto, buscará manipular con técnicas mucho más sutiles, pero no de menor
contundencia.
Todos tendemos a manipular en algún momento.
Frecuentemente nos
cuesta expresar en forma directa lo que deseamos, quizás, por temor a ser rechazados o por
sentirnos exigentes, o agresivos
cuando pedimos algo.
Existen
infinidad de pequeñas manipulaciones cotidianas por las cuales influimos en los demás y a la vez
somos influidos.
Manipulamos y nos manipulan. Imponemos y cedemos.
Pero, cuando esta modalidad se vuelve rígida, al punto de que
una persona vive imponiéndose o controlando a otra, hablamos entonces de
un manipulador.
un manipulador se convencerá de que amenaza a su
mujer para corregirla o para escarmentarla, sin ver que en el fondo se siente
como un niño asustado que requiere de la constante atención de ella.
Desde Pino Santo Alto. Que sean felices.