jueves, 15 de julio de 2021

La Autocompasión


LA AUTOCOMPASIÓN 


Si quieres que otros sean felices, practica la compasión. 

Si tú quieres ser feliz practica la compasión. Dalái lama The Lourdes Foundation "Leadership in the 21st Century" Event with His Holiness the 14th Dalai Lama : Fotografía de noticias


Una de las definiciones más usadas en psicología es la de Goetz, que la define como «el sentimiento que surge al presenciar el sufri­miento de otro y que conlleva un deseo de ayudar». 


Otra definición muy similar para describir qué es la compasión es la de Paul Gil­bert: «La profunda conciencia del sufrimiento de uno mismo y del de otros seres, junto con el deseo de ayudar a evitarlo».


En resumen, y como propone Simón, los dos elementos clave de la compasión son, por un lado, la sensibilidad al sufrimiento de los otros y de uno mismo y, por otro, el compromiso de aliviar ese sufrimiento. 


Relaciones afectivas con las personas altamente sensibles 
Lo definitorio de la compasión es el deseo de aliviar el sufrimiento del otro. Por eso, como dice Paul Gilbert, la compasión es una motiva­ción –no una emoción– que orienta la conducta humana. Esta de­finición es muy similar al concepto budista de bodhichita.


Uno de los modelos más utilizados en compasión es el de Kristin Neff y su grupo. Ellos han estructurado su definición de compasión en base a tres pilares, 


PROGRAMA DE REDUCCION DEL ESTRÉS BASADO EN MINDFULNESS - 2.019

   El primero en Mindfulness o atención plena:  es hacernos consciente del sufrimiento propio y de los otros, sin juicios ni críticas. 

No negamos el sufrimiento o huimos de él, ni nos quedamos atrapados por él –lo que Neff denomina «sobreidenticación»–, como hacen la mayoría de las personas. Esta fase es clave, porque no podemos sentir compasión si no hay alguien que sufre.

   El segundo pilar, es entender que  vivimos en una Humanidad compartida: es saber que el sufrimiento que experimentamos nosotros lo están experimentando miles de personas en este momento, y lo han experimentado en el pasado y lo experimentarán en el futuro otras muchas personas, porque el sufrimiento es consustancial con la naturaleza humana, como afirman todas las religiones.

Sin embargo, muchas veces hacemos lo contrario, nos aislamos o, nos ensimismamos en lo que nos ocurre, creyendo erróneamente que nuestra situación es única.


   Tercer pilar, es la  Autocompasión: implica afecto, amabilidad y comprensión hacia uno mismo cuando se experimenta sufrimiento, en lugar de autocriticarse, culparse o negar el propio dolor. Consiste en tratarnos a nosotros mismos tal y como trataríamos a un niño indefenso o a un amiga a un ser muy querido.

 Lo contrario sería la autocrítica destructiva y culpabilizante. La voz destructiva en nuestra mente, esa voz que nos niega vivir en paz y en calma.

Una de las definiciones de compasión más frecuen­temente citadas en mindfulness es la del Dalái Lama: «La com­pasión consiste en el deseo de que todos los seres sintientes estén libres de sufrimiento».


Uno de los aspectos que más impresionó al Dalái Lama y a los monjes budistas cuando llegaron a Occidente y hablaban de la compasión, era la dificultad que teníamos los occidentales para querernos a nosotros mismos. Mientras que en Oriente se da por hecho que uno se quiere a sí mismo y la dificultad allí es querer a otros, en Occidente el problema se produce a la inversa.

Queremos y negamos nuestra vida por querer al otro… hasta permitir la violencia 


Una palabra que se usa ampliamente en mindfulness es metta, que se ha traducido como ‘bondad amorosa’ (loving kindness) y que con­siste en «un sentimiento de amor desinteresado hacia los demás (sin apego, sin buscar el propio beneficio) y refleja el deseo de que todo el mundo, sin distinción alguna, sea dichoso y feliz» (Dalái Lama). 

La principal diferencia entre la bondad amorosa y la compasión ra­dica en la ausencia o presencia de sufrimiento. Si no existe sufrimien­to, el deseo de que los demás sean felices es «bondad amorosa» (metta, loving kindness). 

Si hay sufrimiento, el deseo de que los demás se encuentren libres de él es «compasión» (karuna).

 Citando a Germer, la compasión constituiría un aspecto de la bondad amorosa.


Imaginemos que nos rompemos una pierna. Es decir tenemos un pequeño 
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 En úl­tima instancia, todo es compasión ya que, por definición, siempre existe dolor primario, aunque en un momento dado no sea evidente.
accidente doméstico, resbalamos en la ducha y en la caída nos fracturamos el peroné. Esta acción no podemos cambiarla, ha sucedido así y por mucho que nos enfurezca no podemos volver atrás antes de la caída y retirar la diabólica pastilla de jabón que nos hizo volar por los aires. Esta acción la llamaremos experiencia primaria o sufrimiento primario. Es aquello que sucedió y es inevitable (después de sucedido).


Tenemos la pierna escayolada y empiezan a aparecer un sin fin de pensamientos negativos tipo: me van a echar del trabajo, no podré volver a correr, no quiero depender de nadie, cómo carajo me voy a lavar… (así es como funciona nuestra mente muy a menudo, no podemos negarlo). Los pensamientos alimentan emociones estilo: qué vida tan triste, ahora no sirvo para nada, y si me quedo cojo….

El trastorno de evitación experiencial o la elusión del sufrimientoEsta conjunción de pensamientos_emociones, que suceden a una velocidad vertiginosa y que pueden atraparnos en un espiral de sufrimiento cada vez más intenso, es lo que llamaríamos la experiencia secundaria o sufrimiento secundario. Es decir la forma como nuestra mente se relaciona y saca sus conclusiones a raíz de la experiencia primaria.


Recordarles que no es  compasión, como la 

     – Empatía: concepto muy utilizado en medicina y psicología y que describe la capacidad de sentir y entender las emociones de la otra persona. Algunos autores la describen como «ponerse en los zapatos del otro».

   – Contagio emocional: consistiría en experimentar las mismas emociones del otro, pero de una manera involuntaria y fusionándose emocionalmente con él. Es diferente de la empatía, porque en esta el proceso es voluntario y ambos individuos se sienten perfectamente diferenciados. De hecho la empatía es una cualidad típica de profesionales entrenados, mientras que el contagio ocurre en personas con dificultad para el manejo de su emociones y que, por ello, son fácilmente influenciables.

   – Simpatía: definiría la emoción que uno siente por el otro, qué tal le cae la otra persona. Este sentimiento positivo, o negativo en el caso de la antipatía, es independiente de que uno pueda entender sus sentimientos (empatía). No obstante, es obvio que la simpatía facilita la empatía.

   – Altruismo: se describe como una conducta que beneficia a otros, aunque puede ser perjudicial para uno mismo. 

 

Como puede verse, existen muchos conceptos relacionados, cuando no parcialmente solapados, con la compasión. 


Sentir intensa empatía por el individuo que sufre puede hacernos sentir abrumados por el sufrimiento del otro. La conse­cuencia es que la empatía puede producir una experiencia aver­siva, facilitando el burnout, o síndrome de quemado, ya que lo que existe es una «fatiga de la empatía», de ponerse en el lugar del otro y conectar con su sufrimiento sin mindfulness y sintiendo que no se puede hacer nada.

 La compasión no produce quemado profesional y, de hecho, se considera una intervención eficaz como tratamien­to de este problema.

Puesto que la compasión produce emociones positivas y sentimientos de afiliación y amor, que fa­vorecen la resiliencia.


¿QUÉ NO ES COMPASIÓN? Otro aspecto a tener en cuenta, si te ocurre,

Porque a veces, creemos o identificamos la Compasion con lastimas o pena, estas son emociones negativas, que ha­cen que el individuo tienda a ensimismarse con sus propios problemas y olvidar que los otros tienen dificultades simi­lares. Suele producir rechazo en el entorno. 

La autocompa­sión considera que todos sufrimos por igual –humanidad compartida– y, por tanto, no se busca un trato especial por parte de los otros.

No es indulgencia o buscar excusas:no se trata de dejarlo todo y volverse pasivo. Es un deseo genuino de salud y bienes­tar hacia uno mismo y hacía los demás. 

No busca la indul­gencia a corto plazo, como la madre que da una chocolati­na a un niño para que no llore, sino bienestar a largo plazo.  


De hecho, las personas autocompasivas son más capaces de mantenerse en hábitos saludables como dieta sana, ejer­cicio o no consumo de tóxicos.

3) No es debilidad: muchas personas creen que en un mundo tan competitivo como en el que vivimos, la práctica de la compasión les convertirá en víctimas de los depredadores


La compasión no está reñida con la asertividad o con defen­der nuestros derechos. Es una forma de trabajar con nuestra mente para evitar emociones negativas como la culpa, la hostilidad o la envidia, por lo que aumenta la resiliencia.

 Los estudios confirman que las personas autocompasivas afrontan mejor las dificultades de la vida.

jueves, 18 de septiembre de 2014

La despedida, decir adiós


La despedida, decir adiós

  Nacemos en un medio familiar, social económico y cultural, nacemos como un cuenco, con  sus diferentes formas, esto supone, que a la vez que nos  limita,  nos da forma.


Asimismo, un cuenco nace  vacío y vamos poco a poco llenándolo, con creencias limitantes, impuestas, repetitivas,  dañinas, y  repleto de muchos miedos.


 Cuando necesitamos vaciarlo porque como adultos podemos modificar el contenido que conforma nuestro yo o queremos finalizar una situación en la que nos estamos feliz, o nos sentimos incompletos, o en medio de relaciones toxicas, sin embargo, nos acostumbramos a vivir con apegos  intensos que nos los podemos soltar. Nos da miedo soltar, y aún más, admitir el error de que nuestro cuenco no nos gusta tanto como creemos y nos engañarnos.

Cuando  nos toca soltar a alguien, por algún motivo, pues esa persona ya no representa para nosotros lo mismo que antes: nos ha defraudado, han cambiado o tomaron  distintos caminos en la vida, y consideras que es mejor que ya no formen parte de nuestro entorno como pareja,  o  como colaborador, como amigo, llega el momento de decirse adiós.
Entonces, este  decir ‘adiós’  cuesta,  aunque es  tan necesario como decir ‘hola’.  Debido a que las cosas en la vida se van, se marchan, nos dejan.
 Es difícil ponerse delante de una situación de despedida porque nosotros, lo que realmente queremos, es que las cosas que nos gustan permanezcan siempre entre nosotros y rechazamos las situaciones que nos parece desagradable, o que nos mueve de nuestra comodidad, ambas situaciones  hacen  y nos han hecho sufrir.
Es como los niños que se la están pasando bomba en el parque y montan el berrinche más grande del universo cuando les dice que es hora de regresar a casa. Los adultos no somos diferentes a esto, nuestros berrinches acaban en  adiciones.
Para poder dejar ir las cosas, personas y situaciones, y evitarnos el proceso de duelo que viene con la quiebra, lo único que podemos hacer es comprender que cunado iniciamos un cambio, resulta incomodo, nos resistimos.
Sin embargo, confiar en el proceso de la vida hará más fácil, los cambios. Nuestra vida es impermanencia, No es cuestión de si o no podemos forcejear con la naturaleza. Sino procesar o vivir en el ritmo de  la vida con sus movimientos, ciclos, sus leyes,  ajenas a nuestra voluntad.
 Cuando esos ciclos son interrumpidos o no concluyen nos enfermamos, nos engordamos, nos quedamos atados, a veces esta dependencia es suplantando a otros,  asumiendo responsabilidades que no nos corresponden, queriendo satisfacciones y reconocimientos. Con el desenlace del uso de pastillas…adiciones…ansiedades, porque no terminamos de aceptar que el contenido del  cuenco es cambiante…y esta ley de la naturaleza es rotunda.
Vivimos entre el tiempo y estaciones,  somos nosotros los que tenemos que aceptar el ritmo que marca el compás de la naturaleza.
A
sabiendas, que el yo humano no tiene nada para sí.
Lola Cárdenes Naranjo

Psicóloga- Psicoterapeuta
Diplomada Insights, Formación en Gestalt

Técnica de Formación. Gobierno de Canarias

Realiza el programa" La experiencia de vivir" 









viernes, 25 de abril de 2014

Pendular entre el apego y la aversión

Nos movemos entre los apegos y aversiones

Si buscamos algo sólido donde asirnos, donde agarrarnos, es porque la experiencia de la vida diaria nos ha acostumbrado a depender de las ideas e intentamos hallar la realidad en estas ideas, imágenes, o representaciones.

Ahora bien, la realidad, nuestra naturaleza esencial, no es ninguna idea, como no es ningún sentimiento, ni nada de lo que va y viene.
Fijémonos que  la mayoría de las cosas,  que nos proporcionan alegría o pena durante gran parte de la existencia, dependen, casi siempre o es consecuencia, de lo que nos dicen o de las cosas que nosotros pensamos que tienen que ocurrir.

 Nos dicen algo que va a favor de nuestros deseos, y automáticamente nos sentimos más tranquilos, más felices, más seguros, como si fuéramos más nosotros mismos. Nos dicen algo que va en contra de nuestros deseos o que aumenta nuestros temores y, automáticamente también, nos sentimos con sensaciones incomodas,  tristes, irritados, contrariados.


Entonces, es preciso tocar la realidad desnuda de la experiencia de dar un salto.  Significa reencontrarse  consigo mismos, sin el intermediario de imágenes preconcebidas, deseos o  previas emociones reactivas o expectativas ansiosas.

Nada fácil, las resistencias son enormes, las dificultades e incomodidad que registramos, al oponemos nos paraliza, aumentando nuestro malestar psicológico y físico. Negando y aumentando las dificultades que toman diferentes formas: como es el víctimismo, las agresiones o la huida, antes que dar el salto, para vivenciar, la experiencia de aceptar la vida tal cual es.







martes, 25 de marzo de 2014

Impermanencia


lunes, 24 de marzo de 2014

Una vida personal, sana